Podríamos estar empapándonos de mentiras bajo una lluvia de las que no mojan, pero calan. Como tú y como yo. Y sin embargo yo no acaricio una piel para dormirme ni busco un abrazo al despertar. Soy de las que prefieren dejar huella a despertarme a tu lado a la mañana siguiente y tomar el desayuno entre miradas, porque dicen que eso de despertarse y desayunarse está muy bien, pero yo siempre he sido más de no arriesgar. Ya sabes, de esas que buscan el amor rápido, fácil y eficaz, que te ofrece un polvo rápido de sentimientos fríos y cuerpos calientes. Dejando que fluyese la vida como acostumbraban a hacerlo las lágrimas por mis mejillas. Y aunque eso nunca te lo he contado, era mucho mejor que imaginar que amanecíamos juntos.
Tienes una forma tan extraña de entender la vida, que a mí ya sólo me sale sonreirte y abrazarte como si compartiese tu visión. Pero es que tu nudo en la garganta hace mucho que dejó de tener mi nombre...y el mío en el estómago nunca te perteneció. Y vaya, si eso no es vivirla bien, algo debo estar haciendo muy mal.
Sé que los cafés en buena compañía saben mejor, y las palabras al oído suenan mucho más bonitas que las que me empeño en escribir(te), pero todo eso requiere de cierto valor que yo ya no tengo -o alguien me robó-, y joder, cómo cuesta encontrarlo aunque fuese sólo para un momento. Podríamos negociar el alquiler de sentimientos, pagando al mes y por adelantado. Pero prométeme que devuelven la fianza si no funciona, que ya sabes que siempre fui muy desconfiada.
Podríamos quizá querernos simplemente una noche más, sin entendernos. Como acostumbrábamos a hacer antaño. Antes de partirnos el corazón y llegarnos hasta el alma. ¿Recuerdas? Una buena época esa en la que reírse no era obligación y dormías en mis pulmones cada vez que te respiraba con ganas.
Pero ahora dormimos y vivimos separados, como esas personas que se quisieron tanto que no se atreven a volver a sentirlo. Como dos idiotas heridos de muerte en el corazón.
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